lunes, 23 de diciembre de 2013

El árbol de navidad del que no quedará ni una miga



Podemos estar más o menos enemistados con las navidades, o pretender que no nos importan para darnos un aire duro moderno, pero estoy segura que a todos os ha invadido la tristeza si un año no habéis podido estar en casa por estas fechas o si ha habido alguna ausencia importante en vuestra mesa.

Por mucho que digamos que es un invento de los centros comerciales, nos emocionamos con el anuncio de “vuelve a casa por navidad”, abrazamos con más ímpetu al hermano que vive lejos cuando aparece por casa, nos partimos con las uvas que salen hasta por la nariz tras la decimosegunda campanada, nos divertimos con las intrigas de los regalos y sonreímos cuando pasamos junto a nuestro árbol de navidad repleto de lucecitas.

Así que no le demos tantas vueltas al origen de estas fiestas, a si nos quieren engañar o no con ellas y, sobre todo, no nos amarguemos con la imposibilidad de comprar tantos regalos en estos años de vacas flacas. Disfrutemos la navidad con las pequeñas cosas: la mesa repleta de platos cocinados entre todos, el belén que después de tantos años está hecho polvo pero que nos encanta porque lo pintamos cuando éramos pequeños, los regalos sencillos que tienen mucho significado y poco presupuesto y sobre todo, la compañía.

Yo este año estoy muy contenta porque tendré por lo menos tres navidades que celebrar; las que pasaré en casa de mis padres, las de casa de mi chico y por primera vez, las que crearemos en nuestra casa. Con las de casa la magia empezó el día que Nacho entró por la puerta y se encontró el árbol de navidad montado. No fue necesario comprar las mejores luces y el árbol más grande. Tan sólo un árbol y unas luces de bajo presupuesto…harina, azúcar, e ilusión.

Este es nuestro árbol decorado con galletas navideñas. Tan delicioso que reúne a todos en torno a él aunque no haya regalos en su base. Eso sí, tendré que cocinar más galletas, porque no sé cómo van desapareciendo. Supongo que serán los duendes de la navidad...

Ah! Y otra cosa: ya que lo más importante es repartir ilusión, hice unas galletas huecas en forma de corazón, en cuyo interior escondí mensajes para el 2014. ¡¡FELIZ NAVIDAD!!






sábado, 21 de diciembre de 2013

Vuelve a casa por navidad


¡No me puedo creer lo rápido que pasa el tiempo! ¿Cómo pudo ser junio la última vez que escribí en el blog? Mucho se ha cocido en mi horno desde entonces, de modo que tengo material en la despensa para vosotros, pero quería encontrar tiempo para desarrollar una idea que hacía tiempo me rondaba por la cabeza y que explicaría de forma dulce el motivo de tan larga ausencia.
Lo que pasó en junio es que mi chico y yo decidimos avanzar un poco e irnos a vivir juntos. Así que a mi atareada agenda tuve que añadir buscar piso, algún que otro mueble, hacer mudanza, pelearme con los instaladores de internet  y empezar a ocuparme de todo lo que hasta entonces me habían servido en bandeja mis papis.

De modo que, invadida por el espíritu de la aventura, me enfrasqué en este proyecto durante días…muchos días: una reproducción comestible de la casa de 'Up' (la peli de Pixar), como muestra de invitación a nuestro nuevo hogar a través de las aventuras que ocurran en mi cocina.
La verdad es que me dio tanto trabajo que tuve que renunciar a alguno de los detalles que tenía pensado, como unos muñequitos de los protas hechos en mazapán, pero con nuestras caras. Aun así, estoy contenta con el resultado, sobre todo teniendo en cuenta la dificultad, ya que está enteramente realizada con galleta y chocolate. Encontrar los planos de la casa en internet no fue fácil, pero lo que le siguió fue muchísimo peor. Derretí montones de chocolate para ensamblar todas las piezas de galleta y para hacer todas las decoraciones y toooodos los “tablones” que fueron cortados y pegados uno a uno. Además, si os fijáis, cada parte de la casa tiene un color distinto, por lo que tuve que repetir el proceso de derretir, tintar, extender, endurecer, cortar y pegar un montón de veces. Todo con la precaución de tocar lo menos posible el chocolate, que tiene a bien derretirse. Ufff...

La base oscura es una tarta bastante grande de galletas, empapada en café con leche, montada con capas alternas de moca y chocolate y cubierta con un ganache de chocolate. Por último, la vegetación está hecha a base de buttercream (crema de mantequilla).

Y ya que estamos, os recomiendo la película que me inspiró, demostración de cómo la vida puede ser una gran aventura más allá de la edad. Todo ello aderezado con una banda sonora que a mí me pone la piel de gallina, con nudito en la garganta incluido. De modo que en esta nueva etapa pretendo esforzarme al máximo para conseguir  que mis recetas compongan la música que os estremezca tanto como a mi 'Up'. Os lo prometo con “una cruz en el corazón”.





sábado, 22 de junio de 2013

Esto sí que es pan con pan: Tarta de tres chocolates pintada con tres chocolates.


 El domingo pasado, cuando planté esta tarta en medio de la mesa, escuche por detrás de mí: “Posiblemente sea la tarta más bonita que has hecho”. Es verdad que lo dijo la madre del retratado, pero no es menos cierto que combinar sencillez y cariño da muy buenos resultados. De hecho, hice un intento de decorar el lateral de la tarta, pero me pareció que cualquier cosa que restara atención a la cara de mi encantador novio la estropearía. La llevé a la mesa un poco tensa, sin cantar el cumpleaños feliz, ya que con él me hacía especial ilusión acertar. Menos mal que ese primer comentario me ayudó a relajarme, pero sin duda fue su sonrisa tímida, con la cara colorada, la que me hizo estar convencida de que lo había vuelto a conseguir. Estaba intimidado. Me encanta conseguir sorprenderle después de tantos años juntos.

En este caso empecé la casa por el tejado, ya que hacía tiempo que quería probar la técnica de pintado con chocolate. Su cumpleaños me pareció una buena ocasión y el resultado muy satisfactorio. Ahora me veo capaz de pintar no sólo retratos, sino casi cualquier cosa y me encanta, porque eso me ayuda en mi objetivo de unir decoración con sabor. Precisamente con este fin, decidí que la casa para ese tejado sería una tarta de tres chocolates. Tenía ganas de encontrar una receta de tarta de tres chocolates porque sé que es muy popular, pero hasta ahora todas las que había probado me dejaban indiferente. Casualidades de la vida, a mi empresa llegó una becaría muy simpática, Helena, que al finalizar sus prácticas trajo esta tarta hecha por su madre. ¡Qué buena estaba! Cada capa tenía el sabor que correspondía a su color (parece una tontería, pero no es tan habitual), la consistencia que me gusta y la base de galleta en su punto. Me hubiese gustado que la receta no fuese tan perfecta, para adaptarla y atribuirme algo de mérito, pero no fue el caso.

Volviendo a la decoración, para esta técnica no hace falta adulterar nada el chocolate, solo derretirlo y pintar con él introducido en una manga pastelera. El proceso empieza en el ordenador. Seleccionamos una foto que nos guste, la pasamos a blanco y negro con contraste fuerte y la imprimimos en espejo, ya que sobre la tarta la colocaremos del revés de modo que recuperará su orientación original. Colocamos la foto sobre una superficie estable y sobre ella un papel de acetato (es el que se utiliza para imprimir transparencias). Ya podemos empezar a pintar. Comenzamos con el color que tienen los detalles más pequeños, que en este caso es el oscuro. Luego aplicamos el chocolate con leche, y finalmente vertemos el chocolate blanco sobre los otros dos, cubriéndolo todo con una capa que tenga rigidez suficiente tras el secado. Una vez duro, le damos la vuelta, lo colocamos sobre la tarta y retiramos el acetato. Ya tenemos nuestro retrato.

Espero que os haya gustado a todos esta tarta, pero sobre todo espero que haya sido especial para el chico que más quiero.


lunes, 10 de junio de 2013

Tener estrella o estrellarse: Tarta de mus de chocolate

Lo que suele pasar el día que asalto el supermercado con ansias irrefrenables de cho-co-la-teeeeee es que me estrello. Me doy de bruces con la triste realidad. Las galletas, pastelitos, pasteles y demás prefabricado no saben a chocolate. Busco entre los estantes, con la mirada perdida, respiración profunda y andares de Godzilla, mientras las dependientas asoman la cabeza desde el otro lado y huyen despavoridas. Al no encontrar nada que me satisfaga plenamente, voy abrazando cada vez más paquetitos, claramente pequeños para el tamaño de mi gula. Voy abriendo el primero de camino a la caja. Hinco las uñas, los dedos, la mano entera en un plum cake de chocolate antes de llegar al coche (normalmente se cortaría finamente con un cuchillo mientras se sirve el té) y engullo un trozo evidentemente grande. Lejos de calmarme, me veo forzada a comer más y más en busca del sabor verdadero, pasando de una cosa a otra y lo único que consigo es acabar empachada y con un sentimiento de culpa terrible.

Las cosas acaban de una manera muy diferente cuando acudo al paraíso de lo casero. En ese caso el resultado suele ser que me elevo en espiral hasta las estrellas y rechupeteo la cuchara sentada sobre la luna menguante. Eso mismo espero que experimentara Juankhar, un apasionado de las constelaciones al que retraté con mazapán y puse sobre una de mis tartas estrella. Es especial para los amantes del chocolate, porque prácticamente no lleva otra cosa y en ella su sabor brilla cual supernova en toda intensidad.

El concepto en sí es muy sencillo. Una potente y abundante capa de mus de chocolate vertida sobre bizcocho aterciopelado de chocolate con un sutil aroma de café expreso. Lo que le ponga alrededor es secundario. A mi me gusta el aspecto tradicional que le da la decoración de nueces, pero para los alérgicos a los frutos secos hay opciones más modernas, como bolitas de cereales con chocolate o confeti de chocolate.

¿Quién se atreve a elevarse hasta el espacio utilizando como lanzadera un bocado de esta tarta?


martes, 4 de junio de 2013

Más que una tarta, una falla: Café, chocolate y bizcocho regado con un rico cóctel



¿Qué hacer cuando te encargan una tarta para una despedida de soltero y no quieres acabar haciendo una horterada? Pues si es de chicos no hacerla cursi, porque se mirarían todos avergonzados y fingirían que les ha gustado. Y de volver a confiar en ti para que les hagas otra ni hablar. Además, en una despedida toca más reírse que ponerse sentimentales. Si añadimos que el novio en cuestión es el primero que se casa del grupo y la tarta te la han pedido sus amigos, está claro que van a querer que la novia aparezca como la malvada que ha atrapado al ingenuo chaval (aunque la adoren). Y si haces que ellos (los amigos), aparezcan como los héroes que tienen que rescatar al pipiolín, el éxito está asegurado. Al menos visualmente, porque a estos amigos les gusta comer de verdad.

Aunque por la foto no lo parezca, todo es comestible en esta tarta. Utilicé varias técnicas para decorarla siguiendo la única premisa que me habían dado: Que él aparezca como un preso. A partir de ahí me imaginé la tarta como una especie de Alcatraz, en la que todo lo que le impedía escapar de la prisión tenía que ver con la novia. Hice la cobertura de la tarta y el muñeco principal con mi versión de mazapán (ya que lo voy a manipular, no le pongo huevo). Casi todo el color lo hago tintando la mezcla con colorantes alimentarios, pero también di detalles a pincel. Hice unas cuantas galletas y las cubrí con impresiones comestibles (hace unos posts hablé de esto). La cara de la novia aparece en la bola que atrapa el pie del preso, en los tiburones que rodean la tarta y los guardias que le custodian. También hice otra galleta con forma de barco pirata, cuyos tripulantes son los amigos que pretenden llevarse al novio. Menos mal que hasta la novia se rió del chiste, porque es una buena amiga mía.

Para el interior utilicé un clásico que nunca me falla. Bizcocho de vainilla, crema de chocolate y mus de moca, regado con lugumba. Aunque visualmente el corte queda mejor con un bizcocho de chocolate, la combinación perfecta de sabores para mi es esta sin duda. Aun así, como hice muchas capas de poco grosor cada una, el corte quedó muy vistoso. Tanto que no dio tiempo a hacer muchas fotos porque decía "¡cómeme!", y me consta que así lo hicieron.


martes, 28 de mayo de 2013

Sólo para los más duros: Magdalenas de chocolate, Oreo y dulce de leche

Lo prometido es deuda y yo pago las mías, jeje. Hoy os traigo la versión del brownie antilight que os anuncié la semana pasada.

Lo más normal en mi agenda diaria es que me falten entre 10 y 20 horas para hacer todo lo que me gustaría. Así que suelo preparar el brownie en un recipiente grande (“llanda” como decimos en Valencia). Le añado a una primera mitad de la mezcla cucharadas dispersas de dulce de leche, a las que doy un removido rápido para que queden como espirales y luego repito la operación con la otra mitad de la mezcla vertida encima de la anterior. Esta versión parece suficiente y gusta mucho, hasta que llegó una celebración de amigo invisible y me tocó mi cuñado, que es la persona más golosa que conozco.

Mi cuñado y yo somos como de dos ligas antagónicas de superhéroes. La mía es la del chocolate puro y la suya con leche. Ambos vencemos al enemigo haciéndole comer dulce hasta la extenuación (él de verdad ha visto caer enfermos a quienes no han podido seguir su ritmo). Y como nos manden juntos al supermercado a por el postre estamos todos perdidos, porque los índices de azúcar en sangre que podemos provocar en todos son tan letales como la kriptonita para Superman. Creo que hasta se puede llegar a ver un halo de luz superenergética salir por la ventana en el momento de la ingesta.

El caso es que pensé que un regalo chulo sería juntar sus armas favoritas en una sola, que son el chocolate, el dulce de leche y las oreos. Le preparé unas magdalenas hechas con la masa de mi brownie base, que en su interior guardaban dos oreos con un poco de dulce de leche entre cada capa. Pensé que sólo él sería capaz de comerse semejante bomba, pero la verdad es que nos gustó a todos. Y, aunque es cierto que era un dulce pesado, no me pareció empalagoso. Además creo que a los demás tampoco, porque vi como gruñían y resoplaban entre bocado y bocado, inmersos en la lucha pero sin decaer. Desde el primer bocado pensaban que al segundo morirían, pero tras acabar con la primera magdalena iban a por la segunda y luego la tercera y así hasta que la invasión de magdalenas desaparecía de la mesa. ¡Batalla ganada!


martes, 21 de mayo de 2013

Brownie, brownie, brownie: Mil y una variantes


Dicen que los brownies (“marroncitos” en castellano) surgieron por el error de un cocinero que olvidó poner levadura a un bizcocho. Nació así un pastel más rústico y mazacote. Normalmente un bizcocho pesado como este sería fracaso absoluto, pero si lo unimos a su interior jugoso con intenso sabor a chocolate hace que avanzar a lentos mordiscos sea alargar un poco más el placer de saborearlo.

Lo demás, como en nuestros bizcochos, queda libre a la imaginación. Normalmente se le añaden nueces, pero se le puede añadir cualquier tipo de fruto seco, frutas deshidratadas, golosinas, cremas de cacahuete, dulce de leche, galletas, coberturas y podríamos no acabar.

La presentación más común  suele ser en caliente, acompañada con salsa de chocolate también caliente y helado de vainilla. Hay brownies que sólo te los puedes comer así, porque una vez fríos se convierten en un arma arrojadiza, duros como una piedra. Para mí un buen brownie es aquel que sigue estando riquísimo aunque decidas comerlo en frío.

En internet hay miles de recetas de brownies, pero como sigo huyendo de clonar recetas, transformé la origal estadounidense a algo más mediterráneo, aligerándola y haciéndola un poco más esponjosa. La criaturita resultante es algo así como un bizcobrownie. Sé que de esa forma pierde un poco la esencia del brownie, pero ¿quién me lo va a recriminar cuando note que se funde más fácilmente en la boca y el chocolate lo invade todo por encima de la harina? Desde luego, un amante del chocolate como yo no.

Ahora utilizo esta receta como base de muchas variantes. A veces para elaborar tartas, como la de la semana pasada, y otras veces en la versión clásica con nueces (que no falla nunca). Últimamente lo hago mucho con galletas tipo Oreo. Es bastante rápido de hacer y tiene mucho éxito por su aspecto, que hace tener ganas de hincarle el diente urgentemente y porque una vez lo has hecho, descubrir los trocitos crujientes de galleta con interior dulce le da un toque adictivo.

Y ahora vamos con otra vuelta de tuerca... Como ya sabéis, últimamente estoy haciendo experimentos para rebajar las calorías de mis recetas favoritas sin comprometer el sabor. El gran problema de estas recetas americanas es que utilizan azúcar y mantequilla en cantidades industriales. Ingredientes que, lejos de demonizar, disfruto utilizando, pero cuando se pasa del uso al abuso obtenemos una bomba tanto a nivel calórico como cardiovascular que deja una sensación decepcionante y de pesadez. Por ahora, la miel y la calabaza siguen pareciéndome las mejores alternativas, así que hice el cambio con los ajustes necesarios en cuanto a cantidades. Una vez más, la versión saludable no sólo no desmereció respecto a la mantequillosa sino que quedó más fina y sabrosa, digna de los mejores reposteros.

Sin embargo, otra de las versiones que suelo hacer del brownie nada tiene que ver con lo light ya que lleva espirales de dulce de leche, pero como no siempre hay que ser estrictos con lo saludable, en próximos artículos os enseñaré mi presentación de esta variante, ideal para servir en una merienda con vuestros amigos más golosos.




miércoles, 15 de mayo de 2013

La Dulce Elena en 3D: Tarta de cumpleaños de chocolate, fresa y merengue




Últimamente parece que el nombre del blog se deba más a lo empalagosa que me pongo al hablar de las personitas que llenan mi corazón, que por la repostería en sí. Me gusta que el blog fluya de forma natural, sin un esquema muy marcado, de modo que habrá post más técnicos, otros más descriptivos y en otros abriré una ventanita a mi mundo, ya que la comida y las celebraciones van muy unidas en mi familia. Pero, para no ser cargante, espero conseguir un equilibrio entre lo técnico y lo sentimental, y que las ideas que ponga os parezcan interesantes a la par que tiernas.

Ya os avisé hace un par de artículos (y el que avisa no es traidor), que me guardaba cosas que contaros sobre la visita de mi hermano (el diseñador de este blog). Así que hoy toca un poco de babas antes de hablar de cocina.

Ya que mi hermano no puede pasar por casa siempre que quiere, aprovechamos para celebrar su cumple por adelantado. Este año quería agradecerle todo lo que me impulsa a desarrollar esta afición, que él está seguro que será profesión en un futuro cercano (hasta tiene pensado el diseño de mi local). Y quizá tenga razón, ya que con dos años y medio más que yo, siempre ha sabido darme buenos consejos, siempre ha sido mi referente. Él es una de las personas más inteligentes y brillantes que conozco, un lumbreras que lejos de ser aburrido es un divertido Peter Pan. No he podido tener guía mejor.

Empecé eligiendo el diseño de la tarta, ya que iba a ser mi forma de enviarle un mensaje, y pensé que no podía ser otro que el cupcake que me dibujó para que fuese el logo de este blog, pero en formato tarta grandota. La guinda sería una figurita de mazapán de él mismo dando un simpático besito a la tarta.

Para que imagen y contenido fueran en consonancia, decidí hacer una tarta de fresa, porque los colores que iba a utilizar eran rosa y azul. Al tratarse de un cupcake en tamaño industrial lo primero era ver qué tipo de frosting tenía la consistencia suficiente para no desmoronarse y que no quedara muy pesado al ser una capa tan grande.

Como ya he utilizado dos anglicismos que no todo el mundo tiene porque conocer, os los explico para que nadie se pierda por el camino. Cupcake es un tipo de pastel en miniatura. Vamos, una magdalena con un gorrito de crema encima. Y ese gorrito de crema, es el frosting, que es el término americano que se da a la cobertura de las tartas que puede ser de distintos tipos. El frosting más típico está elaborado a partir de mantequilla y muuucha azúcar. Si en el formato reducido ya me entra un tic en el ojo al segundo bocado de esta mezcla, no quería ni imaginar el efecto que tendría toda esa mantequilla cubriendo una tarta. Mi frosting iba a ser de merengue italiano, no tan dulce ni pesado.

En comparación con el frosting tipo buttercream (crema de mantequilla), el merengue es menos dulce, pero aún tiene un puntito fuerte, así que decidí utilizar como base un brownie de chocolate intenso, que además casa muy bien con la fruta. Brownie en lugar de bizcocho porque el merengue tiene consistencia espumosa y prefería una base más sólida. Preparé una compota de fresa y separé en tres partes. Una la colé para utilizarla para decorar el merengue, a otra le añadí licor para regar el brownie y con la parte más grande unté dos capas de la tarta. Además preparé una crema de chocolate que utilicé para hacer otra fina capa y cubrir la tarta.

Como me sobró masa de brownie, compota y merengue, hice la versión reducida, en la que no había capa de chocolate ni riego. Me vino de lujo hacer dos formatos distintos para poder hacer una comparación de resultados y seguir evolucionando en la cocina. Y he de decir que el segundo quedo más rico porque la versión con riego era, a mi parecer, demasiado dulce (tomo nota para la siguiente).




martes, 7 de mayo de 2013

Bodegón para mi madre: Tarta de chocolate y crema de naranja.



 Dicen que una madre es una madre y, más allá de la obviedad, entiendo que esa frase quiere decir que nadie va a ser tan importante en tu vida como ella. Yo no creo que esto sea cierto, creo que madres las habrá de muchos tipos, igual que no creo que todas las personas ancianas sean adorables por el mero hecho de ser ancianas. Así que doy gracias por la madre que me ha tocado.

No recuerdo un solo momento en el que no haya recibido su apoyo, ni puedo recordar alguna vez que me diese la espalda. Al contrario, la recuerdo alentándome ante cualquier tropiezo, animándome a ser quien yo quisiera, alegrándose más que yo de mis triunfos y acariciando mi frente si caía enferma, como si pensara que así podría transmitirme toda su energía para sanarme. La recuerdo siempre anteponiendo la felicidad de los suyos a la suya propia. Incluso intentando hacer felices a los no tan suyos. Tan buena, tan humana. ¿Quién ante la pregunta "qué pedirías si te concedieran un deseo” contestaría “que fueseis felices”? Mi madre. Pese a las muchas dificultades y el poco tiempo de que disponía, nunca desatendió su labor de madre y la ejerció de forma suave, con un cariño inmenso.

Hoy por hoy sigue estando ahí, intentando allanarme el camino desde primera hora de la mañana (cómo te echaré de menos cuando no viva aquí). De ella he aprendido a ser paciente y a luchar sin descanso. De ella he aprendido cuánto se puede ayudar simplemente con ternura.

Así que el día de la madre le hice ésta tarta de chocolate y naranja en un intento de hacerla tan feliz como ella me hace a mí.

¡Te quiero, mamá!



martes, 30 de abril de 2013

Magdalenas Heidi: Magdalenas de manzana, espelta y tagatosa



Estaréis pensando "¿qué pinta Heidi en esta historia?" Vayamos por partes...

Resulta que últimamente he estado investigando para encontrar el edulcorante perfecto. Lo primero que descubrí es que se puede encontrar información negativa  acerca de todos los productos y es muy difícil distinguir la veraz de la que no lo es. Así que decidí emplear el sentido común y no tomar en serio un comentario aislado contrario al resto, además de comprobar si las fuentes eran sospechosas.

Parte de lo que he aprendido es que no está claro que los edulcorantes sirvan para adelgazar, entre otras cosas porque activan los mismos mecanismos metabólicos que el azúcar. Repito, no sé hasta qué punto esto es veraz, así que sólo sirve para plantear una duda. Aun así quería saber cuál de ellos es mejor para dar una alternativa a las personas diabéticas.

La sacarina la descarté desde el principio porque tengo muy malas referencias sobre sus efectos secundarios para la salud. El edulcorante que se lleva el premio al más saludable es la Stevia, pero tiene un sabor muy característico como a regaliz, que se intensifica incluso después de haberlo tragado. Me parece ideal para infusiones, pero le resta protagonismo a otros sabores en los dulces y yo no acabo de acostumbrarme. Otro edulcorante que probé fue la Sucralosa, ya que no parece dañina y aseguraban que su sabor era idéntico al azúcar, ya que es un derivado de ella. El sabor resultó ser bastante acertado, pero no hubo manera de que los bizcochos subiesen y saliesen esponjosos. Así que seguí buscando hasta dar con otro producto: la Tagatosa.

Las propiedades de la Tagatosa parecían bastante buenas, pero soy un poco reacia a comprar por internet y no hubo manera de encontrarla en mi ciudad. Finalmente la encontré en una herboristería de Madrid y se la encargué a mi hermano, que vive allí. Ahora sólo tenía que esperar una visitilla suya y la receta apropiada para utilizarla. En cuanto llegó a mis manos abrí el paquete para comprobar el sabor, el granulado era más fino, pero el sabor era perfecto. Decidí utilizarla para darles una sorpresa a las abuelitas de la familia, que ya tienen un poco restringido eso del dulce. Quería que el detalle fuese bonito además de rico, para alegrarles un poquito más, pero no es nada fácil encontrar una decoración sin azúcar, así que descarté el fondant, el mazapán, las buttercreams y los merengues. Bueno, realmente algunas de esas cosas las podría haber elaborado con la Tagatosa, pero a 16 euros el kilo mejor limitar su uso a lo necesario. Finalmente me decidí por hacer unas magdalenas de manzana en forma de cucurucho, que me permitiera  presentarlas como si fuesen ramos de flores. Ya que estaba, puse las mejores calidades en el resto de ingredientes: harina de espelta, aceite de oliva... Y el resultado son estas magdalenas de manzana aptas para diabéticos, taaaaan sanas, que (y aquí retomo la pregunta del principio) al darles el primer bocado me he teletransportado a los prados de los Andes, he corrido por ellos con Heidi, he  jugueteado con Niebla y Clarita ha sanado tras comerse una. Bueno, quizá exagero un poquitín, jeje, pero realmente son muy sanas y además incumplen toda norma fastfoodiana porque ¡están impresionantemente ricas!

Os dejo información sobre la Tagatosa y la espelta, dos ingredientes estupendos que he descubierto con esta receta y cuyo único inconveniente es el precio.
Ah! Una cosa más. La harina de espelta me la envían desde un puestecito del mercado de Oliva, 'Tot al pes', cuyo dueño mima al detalle el origen de sus productos.

La Tagatosa (información extraída de www.lardieteticos.blogspot.com): Parece ser el edulcorante más conveniente para diabéticos a día de hoy. Está presente en pequeñas cantidades en los lácteos y en otros alimentos y es un derivado de la lactosa (azúcar de la leche), con un aspecto y sabor prácticamente igual al azúcar blanco de mesa, pero con solo el 38% de calorías. La tagatosa está admitida y reconocida como segura por la FAO/WHO desde 2001.
 Se está estudiando su uso para tratar la diabetes de tipo 2 porque bloquea el aumento de la glucosa en sangre (inhibición de la glucosa postprandial) lo que impediría el aumento de peso y en el caso de diabéticos tipo 1 estos reducirían la cantidad de insulina a administrar, además parece que tiene el efecto de aumentar el colesterol “bueno”.
Ventajas de la tagatosa:
- Es un producto totalmente natural y no tiene número E (así que no lo busquéis).
- Es bajo en calorías y sólo necesitas utilizar la mitad de cantidad respecto al azúcar.
- Su índice glucémico es casi cero y, por lo tanto, no estimula la producción de insulina.
- No produce caries.
- Es una sustancia termoestable, así que puedes cocinar con ella porque no se altera con el calor (aunque es mejor no poner el horno a más de 160º porque carameliza muy rápido).
- Tiene propiedades probióticas (equilibra la flora intestinal).
- Es apta para aquellas personas que suelen sufrir cándida porque incrementa el crecimiento de lactobacilus acidophilus
- Apta para intolerantes a la lactosa.
- Se puede congelar, lo que la hace perfecta para helados.

La Espelta (información extraída de www.despelta.com y www.morasmoradas.com): Las espeltas son cereales primitivos de sabor muy intenso cuyas propiedades son bien conocidas y apreciadas desde antiguo. De hecho, se les considera el origen de la gran familia de los trigos que se consumen hoy en día. Su cultivo disminuyó debido a su menor productividad, sin embargo vuelve a estar en auge por su adaptabilidad a climas adversos y sus apreciadas cualidades nutricionales y culinarias.
Hoy en día podemos encontrar tres tipos principales de espelta: la de grano pequeño o pequeña espelta (Triticum monococum), cultivada en zonas secas y de montaña; la llamada espelta de Tartaria (Triticum dicoccum); y la de grano grande o gran espelta (Triticum spelta), adaptada a climas continentales, duros y fríos. Todas ellas se caracterizan por ser trigos vestidos; en los que el grano permanece cubierto por una cáscara, muy difícil de eliminar, que le confiere una gran resistencia.
Su ciclo de crecimiento es muy largo, en torno a los 10 meses; lo que les permite aprovechar con eficacia regímenes de lluvias irregulares. Soportan los climas fríos de montaña, ya sean húmedos o secos; pueden, en general, con las plantas adventicias, y combaten bien las plagas y los parásitos de manera natural sin necesidad de herbicidas ni pesticidas. La vaina protege la semilla de los contaminantes del suelo y favorece la germinación en óptimas condiciones. Todo esto ofrece indudables ventajas para el cultivo ecológico.
Las espeltas superan al trigo en cuanto a riqueza vitamínica, proteínas y minerales, así como en porcentaje de fibra dietética. Aportan los 8 aminoácidos esenciales y gran cantidad de minerales. Ayuda a reducir ataques de migraña debido a que es rica en hierro y en vitaminas E, B1 y B2 (también antioxidantes y anticancerígenas). Ayuda a combatir el estrés debido a su contenido en magnesio (0,15%). Ayuda a fortalecer los tejidos y refuerza el sistema inmunitario y circulatorio debido a su contenido en ácido silícico y zinc. Su consumo diario equilibra los niveles de colesterol y triglicéridos y regula el metabolismo del azúcar. No contiene colesterol y es rica en ácidos grasos esenciales (ácido oléico y ácido linoléico). Es recomendable su consumo para mantener un buen bienestar físico y mental por su alto contenido en triptófano (propicia la producción de serotonina). Son ricas en ácido silícico, necesario para la formación de los tejidos y como refuerzo de los sistemas inmunitario y circulatorio. Es especialmente bien digerible y ayuda a mejorar problemas intestinales, estreñimiento y obesidad debido a su alto contenido en fibra y su bajo contenido en gluten.
Por sus cualidades nutricionales y organolépticas (su sabor es intenso y ligeramente dulce) están consideradas como el “caviar de los cereales”.

martes, 23 de abril de 2013

Un homenaje para el estómago y para un gran artista, Juanjo Cuerda…mi hermano: Pastelitos de chocolate y galleta

Este fin de semana ha tenido lugar un gran acontecimiento en Valencia: la inauguración de la exposición “Juanjo Cuerda, un año de humor en El Jueves”.

No sé si os he comentado alguna vez que mi hermano es ilustrador. De hecho, el diseño de este blog se lo debo a él. Creo que puedo decir de forma totalmente objetiva que es muy bueno en lo suyo, como abala la confianza que ha depositado en él una de las mejores revistas de humor gráfico que existen a nivel nacional, El Jueves. Pero además, como hermana, le quiero muchísimo y siempre me parece poco el reconocimiento que recibe. Así que aproveché que estaría en Valencia con motivo de la expo para darle varias sorpresas. Os cuento la relacionada con el evento y me reservo el resto para más adelante.

No debe haber inauguración sin picoteo. Tenía plena confianza en que Elisa M. Matallín e Isabel Guijarro, las dueñas de la sala (www.contarte-arte.es) pensarían igual que yo, porque llevar un local como el suyo, con exposiciones, conciertos, talleres, cuentacuentos y demás, requiere ese tipo de mimo. Pero me hacía mucha ilusión que la parte dulce me perteneciera a mí.

Estuve días dándole vueltas al dulce ideal, teniendo en cuenta ciertos requisitos. Debía ser de una consistencia cómoda y limpia para repartirlo, poco perecedero, diferente y llamativo. Por supuesto, rico y natural como es marca de la casa, pero, sobre todo, que no restase protagonismo a lo realmente importante: las ilustraciones. ¿Que cómo se consigue eso? Con publicidad comestible.

Recopilé algunas de las imágenes que iban a exponerse, más una representativa de cada uno de los blogs en los que mi hermano tiene distribuidas sus ilustraciones según estilos y recurrí a una de mis distribuidoras de productos de repostería favoritas para encargarles una impresión comestible.

Hago un alto para explicar esto. Las impresiones comestibles están últimamente muy de moda en tartas infantiles, en las que aparecen dibujos de pelis o incluso la foto del agasajado. El proceso de elaboración es más o menos sencillo y se puede realizar incluso en casa, si no fuera porque el precio del material no es rentable para pocos usos. Se hace con unas láminas de “papel”, que son en realidad glaseado blanco impregnado sobre un acetato y que una vez seco, se puede utilizar en impresoras con cartuchos de tintas comestibles. Pero las aplicaciones que podemos darles están por explotar. De hecho, me parece una forma estupenda de publicidad para las empresas. En este caso, decidí añadir a las ilustraciones el código QR de cada blog, de modo que fusionaba mis dulces con las últimas tecnologías y los ponía al servicio de la propia exposición.

Estás laminas son un poco dulzonas, así que lo tuve en cuenta en la elaboración de los pasteles para que la combinación no resultara excesivamente azucarada.

Finalmente me decidí por un dulce que suelo preparar en navidad, que en casa llamo “falso turrón de chocolate”. Falso porque no tiene almendra, en su lugar lleva galletas María trituradas. En casa nos gusta mucho más que el verdadero turrón. Cumplía con todos los requisitos que necesitaba y añadía dos más: Podía preparar grandes cantidades en poco tiempo (luego el montaje no fue tan rápido...) y resultaba un marco negro perfecto para las imágenes.

En las fotos podéis ver el resultado. Lo que no se ve es cómo hubo que custodiarlos para que todos los probaran sin desaparecer al primer minuto. Espero que os parezca a todos tan buena idea como les pareció a los asistentes y a mi hermano, que cuando los vio se quedó con la boca abierta un buen rato.





martes, 16 de abril de 2013

Fuera de temporada: Tarta de turrón y chocolate


Parece que acaban de pasar las navidades y ya casi estamos en verano. Dejamos atrás los cocidos para pasar a las ensaladas, los polvorones y turrones por sandía y melón... Me encanta el verano, los bañitos en la playa y, sobre todo, salir del encierro en busca de sol o de la brisa nocturna. Pero dejad que me regocije un poquito en los sabores del invierno antes de dejarlo atrás del todo.

Para mí, una de las obras maestras de los dulces es el turrón blando o turrón de Jijona; no en vano tiene muchos seguidores. Su problema es que compite con las opulentas comidas de navidades y parte de la última posición, detrás del picoteo, las gambas, el cocido y el postre. Cuando llegamos a él hacemos el esfuerzo por comerlo porque está rico, pero estamos hasta los topes. Y cuando dejas de estar saturado, ya ha acabado la temporada y hay que esperar hasta la siguiente. Menos mal que durante ese tiempo podemos recurrir a la versión en helado.

El caso es que ya somos unos cuantos los que nos estamos empecinando en tener turrón todo el año, casi en plan rabieta y… ¿por qué no? Espero que nos impongamos, porque comprarlo por esta época no ha sido tarea fácil.

La semana pasada unos buenos amigos me pidieron si podía hacerles una tarta con turrón y chocolate. Están a punto de ser papás por segunda vez, así que ante un antojo no podía ni quería negarme. Todo sea por la futura Llum. Y tenía la receta perfecta. Base de galleta, una fina capa de chocolate cremoso y una potente capa de turrón, todo de textura muy suave.

La receta originaria la encontré en el blog 'La cocina de Fabrisa'. La idea era estupenda, pero ya sabéis que soy incapaz de copiar tal cual las recetas, me hacen sentir una ladrona, poseedora de algo que no es mío. Así que hice varias pruebas, cambiando un poco de aquí y de allá hasta dar con el punto que no diera opción a dudas (“ya era mía”). Y de verdad que se ha convertido en una de mis tartas preferidas; es per-fec-ta.

No pude ir a comerla con ellos, así que me conformé con lo que probé de las cremas rebañando el bol y con saber que entre cuatro se comieron una tarta para ocho.


martes, 9 de abril de 2013

Ésta te la dedico, Mini chef: Torrijas de leche


Ayer lunes pudimos disfrutar en Valencia de un día de fiesta, e hice algo que me encanta: ¡Un picnic! Mis padres y yo cogimos las bicis (la mía con mi cesta de picnic llena a rebosar) y recorrimos el antiguo cauce del río Turia hasta el parque de Cabecera. Allí tomamos el sol, jugamos a las cartas y, sobre todo, disfrutamos de una comida sencilla pero exquisita.

Para unos glotones como nosotros no basta con preparar unos sándwiches y salir pitando. Todo empieza el día anterior eligiendo el menú. Lejos de ser una carga, es un proceso que disfrutamos. Aumenta las expectativas por llegar a la meta.

El caso es que estaba yo el día de antes dándole vueltas a lo que podía llevar de postre, mirando recetas laboriosas que se pudieran comer sin cubiertos tumbados a la bartola. Al final recordé que me había sobrado un trozo de pan de calabaza que había comprado en un pequeño negocio de comidas para llevar del barrio, que hacía poco había descubierto. Y pensé: “están acabando las pascuas y no hemos comido torrijas”.  Empecé a buscar recetas pero pronto paré. Hoy me dejo llevar. Me encanta cocinar así, sin ser una autómata que sigue el guión marcado. Disfruto como una enana probando, olisqueando y correteando en busca de un frasco u otro para añadir un poco de esto o de aquello. Y la siguiente vez que quiero repetir plato… debo volver a improvisar, porque esos días no apunto nada de nada, así que cada vez es nuevo y eso me gusta.

A mis amigos les parece cómico mi apasionamiento y me imitan como si yo fuese Remy (qué gran honor). Para los que no sepan quién es Remy, les hago una pequeña introducción y una gran recomendación: Si os gusta la cocina, tenéis que ver la película 'Ratatouille'.

'Ratatouille' es una preciosa película de la productora Pixar sobre una rata (Remy), que tiene verdadero talento en la cocina. Transmite la pasión por la cocina como la siento yo: una gran aventura en la que se descubre y se crea, ¡un arte! Y además, ya que está ambientada en París, tiene un bonito mensaje de “Liberté, Égalité, Fraternité”.  Libertad para crear. Igualdad porque defiende que da igual lo humilde que sea tu origen para convertirte en un gran chef. Y fraternidad porque se genera un clima de lealtad y trabajo en equipo.

Las risas vienen porque, como le sucede a Remy, a mí me gusta intentar que sientan ese apasionamiento y repiten grandes frases de la peli que me van como anillo al dedo. Como cuando les hago probar algo: “Mastica despacio, concéntrate sólo en el sabor. Cremoso, un aroma a nueces, delirante. ¿Lo captas? Ahora prueba esto. Dulce, fresco, ¿una ligera acidez al final? Ahora pruébalo junto. Ahora imagina todos los grandes sabores del mundo mezclándose, sabores que aún no ha probado nadie, descubrimientos por hacer…” O cuando soy yo la que prueba algo intentando desgranar su contenido. “Tiene un toque… es como un ¡paaaaaah!, ¡un pu-pum!”.

Pruebo la leche…”un poco más de canela. ¡Rápido, más limón! Que le dé tiempo a sacar su sabor. Mover, mover, mover…”

Así que, con esta receta sencilla y campesina, espero conseguir evocar  al crítico Anton Ego recuerdos de la infancia, y que cuando vuelva, ante la pregunta “¿qué le apetece tomar hoy de postre?”, me conteste “¡SORPRÉNDEME!”


jueves, 4 de abril de 2013

Payasadas: Monas de pascua con coulant de chocolate y calabaza



Lo siento, pero no soporto las masas secas. Igual que mis tartas son húmedas y los bizcochos jugosos, las monas de pascua no pueden ser menos. Así que, ni corta ni perezosa, me he puesto a cambiar unas cosas por aquí, otras por allá y al final no sé si los puristas me condenarán por sacrilegio, pero al menos he conservado la pinta de mona (jeje…).

Para empezar, la masa no es la tradicional de mona. Ésta es más blandita y un puntito más dulce, sólo un puntito, pero lo suficiente para que tengas claro que no la vas a acompañar de la longaniza de pascua (otra tradición de temporada por estos lares). Y para terminar, el huevo que lleva contiene un engaño sorpresa, así que a nadie se le ocurra estamparlo en la frente de algún confiado.

Todos los años pico comprando alguna mona. No es el dulce que más me apasiona, pero hay tradiciones que me parecen simpáticas y familiares. Desde luego hay panaderías donde las hacen riquísimas, pero no es la norma. Así que estas pascuas decidí adaptar la receta a mi antojo. Y, aparte de la masa, otro detalle que me suele decepcionar es el huevo. No acabo de entender que pinta un huevo duro y seco acompañando una masa ya de por sí seca. Así que como no me apetece comérmelo, acabo dándoselo a mi padre para que se lo coma con comino y sal, después de estampárselo en la frente a mi hermano, claro está. La versión de huevo de chocolate no me apasiona mucho más. Me parece que pega más, pero me da para poco al estar hueco, además de que no suelen ser chocolates de mucha calidad.

Para hacer el cambio que marcara la diferencia me inspiré en un post que vi hace tiempo. La autora había preparado la cena para sus amigos y para postre les sorprendió sacando a la mesa una huevera con huevos. La primera reacción fue sorpresa y seguramente decepción, pero pronto descubrieron que su anfitriona no les había fallado y escondían deliciosos brownies cocinados en su interior. Decidí que yo también iba a cocinar dentro de las cascaras de los huevos, pero en mi caso los rellené con coulant de chocolate, con otro extra: ¡Bajo en calorías!

Finalmente quedé muy contenta con el resultado. Una cremita de chocolate con la que untar la masa de la mona. Que además era baja en calorías porque en lugar de mantequilla (uno de los ingredientes principales delos coulants), lleva puré de calabaza. ¡Ahora sí que son perfectas las pascuas!



lunes, 1 de abril de 2013

“Sencillo, pero no menos brillante”. Bombones de chocolate puro rellenos de compota de Higos



“Cada mañana,
¿dónde va pensativa
La primavera?”

(Poema Haiku).

Sería fácil pensar que ser un poeta Japonés es sencillo. Apenas tienes que escribir una frase, lo primero que se te pase por la cabeza. Pero a veces las cosas pequeñas esconden un trabajo delicado que podemos saborear con mayor intensidad si, en lugar de arrollarlo con prisa para pasar a otra cosa, le dedicamos nuestra atención, dejando que aparezcan todos los matices.

Un poeta Haiku debe conseguir despertar sentimientos evocando una escena en tan solo tres versos. Además, siempre debe cumplir la misma distribución de sílabas, cinco en el primer verso, siete en el segundo y cinco en el último. Ya no parece tan sencillo, ¿verdad? Y estoy segura de que la elección de las palabras mejora sin la traducción. Una pena no saber japonés.

Para mí los bombones son los poemas Haiku de la cocina, tan pequeños y efímeros. Puedes tragarlos casi sin masticar, dejando solo un espacio vacío en la cajita, o dejar que se fundan lentamente y descubrir lo que guardan en su interior. Quizá una crema suave y dulce, quizá un sorprendente crujiente, o tantas otras opciones como la inspiración de su creador permita.

En este caso me decidí por un relleno de compota de higos que contrasta perfectamente con el chocolate puro y que lleva hasta el escalofrío si llegáis a seguir las instrucciones para disfrutarlo.

Como los poemas Haiku, llevan más trabajo del que aparentan a simple vista. El chocolate necesita fundirse perfectamente para trabajarlo, pero se quema con facilidad, así que hay que tratarlo con mimo y respetando los tiempos para atemperarlo correctamente. La capa ni muy fina ni muy gruesa, la que case mejor con el relleno elegido, sin enmascararlo. Para que los bombones estén bien bonitos hay que evitar que queden burbujas. Y por supuesto, elegir el contenido que los hagan diferentes del resto y despierten sentimientos evocando una escena en tan sólo un bocado.