martes, 28 de mayo de 2013

Sólo para los más duros: Magdalenas de chocolate, Oreo y dulce de leche

Lo prometido es deuda y yo pago las mías, jeje. Hoy os traigo la versión del brownie antilight que os anuncié la semana pasada.

Lo más normal en mi agenda diaria es que me falten entre 10 y 20 horas para hacer todo lo que me gustaría. Así que suelo preparar el brownie en un recipiente grande (“llanda” como decimos en Valencia). Le añado a una primera mitad de la mezcla cucharadas dispersas de dulce de leche, a las que doy un removido rápido para que queden como espirales y luego repito la operación con la otra mitad de la mezcla vertida encima de la anterior. Esta versión parece suficiente y gusta mucho, hasta que llegó una celebración de amigo invisible y me tocó mi cuñado, que es la persona más golosa que conozco.

Mi cuñado y yo somos como de dos ligas antagónicas de superhéroes. La mía es la del chocolate puro y la suya con leche. Ambos vencemos al enemigo haciéndole comer dulce hasta la extenuación (él de verdad ha visto caer enfermos a quienes no han podido seguir su ritmo). Y como nos manden juntos al supermercado a por el postre estamos todos perdidos, porque los índices de azúcar en sangre que podemos provocar en todos son tan letales como la kriptonita para Superman. Creo que hasta se puede llegar a ver un halo de luz superenergética salir por la ventana en el momento de la ingesta.

El caso es que pensé que un regalo chulo sería juntar sus armas favoritas en una sola, que son el chocolate, el dulce de leche y las oreos. Le preparé unas magdalenas hechas con la masa de mi brownie base, que en su interior guardaban dos oreos con un poco de dulce de leche entre cada capa. Pensé que sólo él sería capaz de comerse semejante bomba, pero la verdad es que nos gustó a todos. Y, aunque es cierto que era un dulce pesado, no me pareció empalagoso. Además creo que a los demás tampoco, porque vi como gruñían y resoplaban entre bocado y bocado, inmersos en la lucha pero sin decaer. Desde el primer bocado pensaban que al segundo morirían, pero tras acabar con la primera magdalena iban a por la segunda y luego la tercera y así hasta que la invasión de magdalenas desaparecía de la mesa. ¡Batalla ganada!


martes, 21 de mayo de 2013

Brownie, brownie, brownie: Mil y una variantes


Dicen que los brownies (“marroncitos” en castellano) surgieron por el error de un cocinero que olvidó poner levadura a un bizcocho. Nació así un pastel más rústico y mazacote. Normalmente un bizcocho pesado como este sería fracaso absoluto, pero si lo unimos a su interior jugoso con intenso sabor a chocolate hace que avanzar a lentos mordiscos sea alargar un poco más el placer de saborearlo.

Lo demás, como en nuestros bizcochos, queda libre a la imaginación. Normalmente se le añaden nueces, pero se le puede añadir cualquier tipo de fruto seco, frutas deshidratadas, golosinas, cremas de cacahuete, dulce de leche, galletas, coberturas y podríamos no acabar.

La presentación más común  suele ser en caliente, acompañada con salsa de chocolate también caliente y helado de vainilla. Hay brownies que sólo te los puedes comer así, porque una vez fríos se convierten en un arma arrojadiza, duros como una piedra. Para mí un buen brownie es aquel que sigue estando riquísimo aunque decidas comerlo en frío.

En internet hay miles de recetas de brownies, pero como sigo huyendo de clonar recetas, transformé la origal estadounidense a algo más mediterráneo, aligerándola y haciéndola un poco más esponjosa. La criaturita resultante es algo así como un bizcobrownie. Sé que de esa forma pierde un poco la esencia del brownie, pero ¿quién me lo va a recriminar cuando note que se funde más fácilmente en la boca y el chocolate lo invade todo por encima de la harina? Desde luego, un amante del chocolate como yo no.

Ahora utilizo esta receta como base de muchas variantes. A veces para elaborar tartas, como la de la semana pasada, y otras veces en la versión clásica con nueces (que no falla nunca). Últimamente lo hago mucho con galletas tipo Oreo. Es bastante rápido de hacer y tiene mucho éxito por su aspecto, que hace tener ganas de hincarle el diente urgentemente y porque una vez lo has hecho, descubrir los trocitos crujientes de galleta con interior dulce le da un toque adictivo.

Y ahora vamos con otra vuelta de tuerca... Como ya sabéis, últimamente estoy haciendo experimentos para rebajar las calorías de mis recetas favoritas sin comprometer el sabor. El gran problema de estas recetas americanas es que utilizan azúcar y mantequilla en cantidades industriales. Ingredientes que, lejos de demonizar, disfruto utilizando, pero cuando se pasa del uso al abuso obtenemos una bomba tanto a nivel calórico como cardiovascular que deja una sensación decepcionante y de pesadez. Por ahora, la miel y la calabaza siguen pareciéndome las mejores alternativas, así que hice el cambio con los ajustes necesarios en cuanto a cantidades. Una vez más, la versión saludable no sólo no desmereció respecto a la mantequillosa sino que quedó más fina y sabrosa, digna de los mejores reposteros.

Sin embargo, otra de las versiones que suelo hacer del brownie nada tiene que ver con lo light ya que lleva espirales de dulce de leche, pero como no siempre hay que ser estrictos con lo saludable, en próximos artículos os enseñaré mi presentación de esta variante, ideal para servir en una merienda con vuestros amigos más golosos.




miércoles, 15 de mayo de 2013

La Dulce Elena en 3D: Tarta de cumpleaños de chocolate, fresa y merengue




Últimamente parece que el nombre del blog se deba más a lo empalagosa que me pongo al hablar de las personitas que llenan mi corazón, que por la repostería en sí. Me gusta que el blog fluya de forma natural, sin un esquema muy marcado, de modo que habrá post más técnicos, otros más descriptivos y en otros abriré una ventanita a mi mundo, ya que la comida y las celebraciones van muy unidas en mi familia. Pero, para no ser cargante, espero conseguir un equilibrio entre lo técnico y lo sentimental, y que las ideas que ponga os parezcan interesantes a la par que tiernas.

Ya os avisé hace un par de artículos (y el que avisa no es traidor), que me guardaba cosas que contaros sobre la visita de mi hermano (el diseñador de este blog). Así que hoy toca un poco de babas antes de hablar de cocina.

Ya que mi hermano no puede pasar por casa siempre que quiere, aprovechamos para celebrar su cumple por adelantado. Este año quería agradecerle todo lo que me impulsa a desarrollar esta afición, que él está seguro que será profesión en un futuro cercano (hasta tiene pensado el diseño de mi local). Y quizá tenga razón, ya que con dos años y medio más que yo, siempre ha sabido darme buenos consejos, siempre ha sido mi referente. Él es una de las personas más inteligentes y brillantes que conozco, un lumbreras que lejos de ser aburrido es un divertido Peter Pan. No he podido tener guía mejor.

Empecé eligiendo el diseño de la tarta, ya que iba a ser mi forma de enviarle un mensaje, y pensé que no podía ser otro que el cupcake que me dibujó para que fuese el logo de este blog, pero en formato tarta grandota. La guinda sería una figurita de mazapán de él mismo dando un simpático besito a la tarta.

Para que imagen y contenido fueran en consonancia, decidí hacer una tarta de fresa, porque los colores que iba a utilizar eran rosa y azul. Al tratarse de un cupcake en tamaño industrial lo primero era ver qué tipo de frosting tenía la consistencia suficiente para no desmoronarse y que no quedara muy pesado al ser una capa tan grande.

Como ya he utilizado dos anglicismos que no todo el mundo tiene porque conocer, os los explico para que nadie se pierda por el camino. Cupcake es un tipo de pastel en miniatura. Vamos, una magdalena con un gorrito de crema encima. Y ese gorrito de crema, es el frosting, que es el término americano que se da a la cobertura de las tartas que puede ser de distintos tipos. El frosting más típico está elaborado a partir de mantequilla y muuucha azúcar. Si en el formato reducido ya me entra un tic en el ojo al segundo bocado de esta mezcla, no quería ni imaginar el efecto que tendría toda esa mantequilla cubriendo una tarta. Mi frosting iba a ser de merengue italiano, no tan dulce ni pesado.

En comparación con el frosting tipo buttercream (crema de mantequilla), el merengue es menos dulce, pero aún tiene un puntito fuerte, así que decidí utilizar como base un brownie de chocolate intenso, que además casa muy bien con la fruta. Brownie en lugar de bizcocho porque el merengue tiene consistencia espumosa y prefería una base más sólida. Preparé una compota de fresa y separé en tres partes. Una la colé para utilizarla para decorar el merengue, a otra le añadí licor para regar el brownie y con la parte más grande unté dos capas de la tarta. Además preparé una crema de chocolate que utilicé para hacer otra fina capa y cubrir la tarta.

Como me sobró masa de brownie, compota y merengue, hice la versión reducida, en la que no había capa de chocolate ni riego. Me vino de lujo hacer dos formatos distintos para poder hacer una comparación de resultados y seguir evolucionando en la cocina. Y he de decir que el segundo quedo más rico porque la versión con riego era, a mi parecer, demasiado dulce (tomo nota para la siguiente).




martes, 7 de mayo de 2013

Bodegón para mi madre: Tarta de chocolate y crema de naranja.



 Dicen que una madre es una madre y, más allá de la obviedad, entiendo que esa frase quiere decir que nadie va a ser tan importante en tu vida como ella. Yo no creo que esto sea cierto, creo que madres las habrá de muchos tipos, igual que no creo que todas las personas ancianas sean adorables por el mero hecho de ser ancianas. Así que doy gracias por la madre que me ha tocado.

No recuerdo un solo momento en el que no haya recibido su apoyo, ni puedo recordar alguna vez que me diese la espalda. Al contrario, la recuerdo alentándome ante cualquier tropiezo, animándome a ser quien yo quisiera, alegrándose más que yo de mis triunfos y acariciando mi frente si caía enferma, como si pensara que así podría transmitirme toda su energía para sanarme. La recuerdo siempre anteponiendo la felicidad de los suyos a la suya propia. Incluso intentando hacer felices a los no tan suyos. Tan buena, tan humana. ¿Quién ante la pregunta "qué pedirías si te concedieran un deseo” contestaría “que fueseis felices”? Mi madre. Pese a las muchas dificultades y el poco tiempo de que disponía, nunca desatendió su labor de madre y la ejerció de forma suave, con un cariño inmenso.

Hoy por hoy sigue estando ahí, intentando allanarme el camino desde primera hora de la mañana (cómo te echaré de menos cuando no viva aquí). De ella he aprendido a ser paciente y a luchar sin descanso. De ella he aprendido cuánto se puede ayudar simplemente con ternura.

Así que el día de la madre le hice ésta tarta de chocolate y naranja en un intento de hacerla tan feliz como ella me hace a mí.

¡Te quiero, mamá!