martes, 21 de mayo de 2013

Brownie, brownie, brownie: Mil y una variantes


Dicen que los brownies (“marroncitos” en castellano) surgieron por el error de un cocinero que olvidó poner levadura a un bizcocho. Nació así un pastel más rústico y mazacote. Normalmente un bizcocho pesado como este sería fracaso absoluto, pero si lo unimos a su interior jugoso con intenso sabor a chocolate hace que avanzar a lentos mordiscos sea alargar un poco más el placer de saborearlo.

Lo demás, como en nuestros bizcochos, queda libre a la imaginación. Normalmente se le añaden nueces, pero se le puede añadir cualquier tipo de fruto seco, frutas deshidratadas, golosinas, cremas de cacahuete, dulce de leche, galletas, coberturas y podríamos no acabar.

La presentación más común  suele ser en caliente, acompañada con salsa de chocolate también caliente y helado de vainilla. Hay brownies que sólo te los puedes comer así, porque una vez fríos se convierten en un arma arrojadiza, duros como una piedra. Para mí un buen brownie es aquel que sigue estando riquísimo aunque decidas comerlo en frío.

En internet hay miles de recetas de brownies, pero como sigo huyendo de clonar recetas, transformé la origal estadounidense a algo más mediterráneo, aligerándola y haciéndola un poco más esponjosa. La criaturita resultante es algo así como un bizcobrownie. Sé que de esa forma pierde un poco la esencia del brownie, pero ¿quién me lo va a recriminar cuando note que se funde más fácilmente en la boca y el chocolate lo invade todo por encima de la harina? Desde luego, un amante del chocolate como yo no.

Ahora utilizo esta receta como base de muchas variantes. A veces para elaborar tartas, como la de la semana pasada, y otras veces en la versión clásica con nueces (que no falla nunca). Últimamente lo hago mucho con galletas tipo Oreo. Es bastante rápido de hacer y tiene mucho éxito por su aspecto, que hace tener ganas de hincarle el diente urgentemente y porque una vez lo has hecho, descubrir los trocitos crujientes de galleta con interior dulce le da un toque adictivo.

Y ahora vamos con otra vuelta de tuerca... Como ya sabéis, últimamente estoy haciendo experimentos para rebajar las calorías de mis recetas favoritas sin comprometer el sabor. El gran problema de estas recetas americanas es que utilizan azúcar y mantequilla en cantidades industriales. Ingredientes que, lejos de demonizar, disfruto utilizando, pero cuando se pasa del uso al abuso obtenemos una bomba tanto a nivel calórico como cardiovascular que deja una sensación decepcionante y de pesadez. Por ahora, la miel y la calabaza siguen pareciéndome las mejores alternativas, así que hice el cambio con los ajustes necesarios en cuanto a cantidades. Una vez más, la versión saludable no sólo no desmereció respecto a la mantequillosa sino que quedó más fina y sabrosa, digna de los mejores reposteros.

Sin embargo, otra de las versiones que suelo hacer del brownie nada tiene que ver con lo light ya que lleva espirales de dulce de leche, pero como no siempre hay que ser estrictos con lo saludable, en próximos artículos os enseñaré mi presentación de esta variante, ideal para servir en una merienda con vuestros amigos más golosos.




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